‘Caín’

En momentos difíciles para la cultura en nuestro país, los jóvenes artistas no cejan en su empeño y continúan la marcha. De ellos es el futuro y más temprano que tarde cuanto hoy está en el candelero será historia de la misma manera como somos anécdota quienes nos encontramos ya en las últimas rectas. Así, los alumnos que egresan de la carrera de teatro en la Escuela Superior de Artes de Yucatán, bajo la dirección pedagógica de Miguel Ángel Canto, se han entregado a llevar a escena su reflexión sobre Caín.

Se trata de una arriesgada propuesta, como trabajo final, por cuanto parte de una narraturgia de Javier Márquez, escrita hace diez años, cuando el autor apenas contaba con 22, finalista al Premio Nacional de Dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo. Narraturgia o posdrama, como sea, se trata de un texto recitativo sin personajes definidos ni cuarta pared y pensado para ser resuelto sobre la marcha escénica, sin didascalia ni indicación alguna de autor. Un poema largo o un cuento breve que exige en el proceso de su encarnación no sólo el compromiso individual sino la conformación auténtica de un grupo capaz de convertirse en un solo organismo vivo, sin perder las individualidades que permitirán definir ciclos y especificar detalles.

Este tipo de teatro no tradicional se distingue, sin embargo, de lo que conocemos en nuestra lengua como “performance” por cuanto nada queda al azar en el resultado final ni es posible la improvisación, fuera de espacios marcados para ello que equivaldrían al “solo” de alguna sinfonía. Fuera de los “solos”, todo debe quedar perfectamente ensayado, seguro, medido, aunque para llegar al punto final haya sido necesaria la discusión, el experimento, la participación de todos. Que el resultado sea más o menos satisfactorio dependerá de las capacidades actorales que a lo largo de la carrera haya ido adquiriendo o descubriendo el actor, así como de la sabia dirección de un pedagogo que impulse pero no imponga, exija el rigor pero no ahogue la creatividad y sepa mantener el timón firme cuando ya las decisiones físicas, emotivas o ideológicas hayan sido tomadas.

En la ESAY, dirigida en estos tiempos por el reconocido compositor Javier Álvarez, la Carrera de Teatro se encuentra bajo la dirección de la actriz Ligia Barahona y cuenta en su claustro con un pedagogo como Miguel Ángel Canto, actor él mismo, así como dramaturgo y director de reconocido talento, capaz de llevar a buen puerto una exigencia tan extrema, rigurosa y creativa como lo es esta puesta en escena de Caín.

Con un arquetipo de resonancias bíblicas deconstruido y reconstruido de múltiples maneras por actores muy jóvenes, el espectáculo no puede dejar de ser interesante. Si en la historia bíblica es imposible definir con un mínimo de puntería cuál fue el “pecado” de los primeros padres, sí es clarísimo que el primer “pecado” del ser humano es el asesinato de su hermano. Si tal es la mancha, la culpa original, la tendencia genética que llega desde la noche de los tiempos, ¿cómo se le ve desde las nuevas generaciones llamadas a reconfigurar la historia cuando aparentemente tienen todo en contra?

Las respuestas a las que van arribando los jóvenes de la ESAY son dolorosas pero siempre incisivas: el espectador no queda incólume, queda tocado, obligado a la reflexión e inclusive a la furia.

Es una lástima que productos artísticos tan interesantes como éste terminen con el final de curso. Estoy cierto de que la reflexión sobre el Caín merece una temporada para remover las conciencias sobre ese gen cainita con el cual, según el mito bíblico, lo humano viene manchado.


José Ramón Enríquez
La Jornada Maya

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