La reapertura de los recintos museográficos en el mundo, y de manera particular en la “nueva normalidad” en México, deberá contemplar medidas más allá de colocar gel antibacterial a la entrada, pedir al público cubrebocas y dejarlo entrar por grupos pequeños.
Con la participación de 200 especialistas, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) realizó una reunión virtual sobre estos temas y los efectos de la pandemia en estas instituciones.
“Museos por la igualdad: diversidad e inclusión” fue el título del encuentro, organizado en el marco del Día Internacional de los Museos el 18 de mayo, con autoridades de nuestro país, entre ellas la secretaria de Cultura Alejandra Frausto, el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Diego Prieto, y el historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia de Chapultepec.
Según un boletín de prensa del INAH –que cuenta con una red de 162 museos (nacionales, metropolitanos, regionales, comunitarios, de monumento histórico y de sitio arqueológico)–, Prieto habló de cómo la contingencia ha permitido encontrar “nuevas plataformas para reflexionar acerca de temas como la socialización y el disfrute de nuestro patrimonio cultural”.
En cambio, lo señalado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y el propio ICOM no parecen tan optimista, al informar que el 90% de los museos — más de 85 mil instituciones– han cerrado sus puertas en distintos periodos durante el confinamiento. En África y los países insulares en desarrollo, apenas el 5% de los recintos pudieron ofrecer contenidos en línea. Más aún: casi el 13% de los de todo el mundo podrían no volver a abrir sus puertas.
Uno de los “primeros museos en caer”, según la página en internet Eve Museografía, es el Charles Dickens de Londres, abierto durante 95 años en la que fuera casa del autor de Oliver Twist, y que de no encontrar algún financiamiento deberá cerrar, informa ahí su directora Cindy Sughrue.
El Museo Dickens tiene una visita virtual por cada uno de sus espacios en vista de 360º; el visitante puede ir a su propio paso deteniéndose en las obras o rincones de su interés, aumentando para ver detalles de obras, objetos decorativos, fotografías y hasta pisos y alfombras.
Lo que Prieto no detalló es que los recursos digitales de los recintos en el INAH son limitados. Uno de los señalamientos ya de tiempo atrás a la Secretaría de Cultura (incluso desde que era Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) es el retraso en la creación de una agenda digital para la cultura.
La directora de la Unesco, Audrey Azoulay, dijo a través de la página web del organismo, que la pandemia “también nos recuerda que la mitad de la humanidad no tiene acceso a las tecnologías digitales. Debemos trabajar para promover el acceso a la cultura a todas las poblaciones, especialmente las más vulnerables y aisladas”.
Ahí, la presidenta de ICOM, Suay Aksoy, advirtió que los museos requerirán para su sobrevivencia del apoyo de los sectores público y privado, y puso el dedo en una llaga –que aqueja también al INAH– al señalar que es imperativo recaudar fondos de ayuda de emergencia “y establecer políticas para proteger a los profesionales y a los trabajadores autónomos con contratos precarios”.
Todo ello confirma que la reapertura de los museos va más allá de las medidas de higiene, que de cualquier modo no podrán pasarse por alto, ni apresurarse, por más que el presidente Andrés Manuel López Obrador intente volver a la “nueva normalidad” lo antes posible.
El INAH sufrirá un recorte del 50% de su presupuesto que le impedirá mantener en sus puestos a “trabajadores autónomos con contratos precarios” que alude el ICOM, y que aquí se les conoce como los capítulos 1000 y 3000 por la partida presupuestal a la que corresponden en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Muchos de ellos son restauradores, museógrafos, museólogos, historiadores, y otros académicos cuya labor es indispensable para mantener abierto y operando en buenas condiciones un recinto museográfico.
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