Ya no más y ni una menos

La Plaza Grande de Mérida fue inundada por al menos un centenar de mujeres que exigían justicia y una vida libre de violencia en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Con prendas de color morado y verde conmemorativos a la lucha feminista, las yucatecas realizaron su manifiesto: “Cada una de estas compas que estamos aquí tenemos una historia, ya sea por violación, por maltrato físico psicológico, acoso, entre otras. Esta ola presente es fuerza, coraje, dolor y odio hacia la falta de empatía, estamos cansadas de vivir con inseguridades en la supuesta “Mérida blanca” que está repletamente bañada de sangre, sangre de mis hermanas Erica, Norma, Fernanda, Irlanda, Yazmín, Silvia, Greta, Anabel, Alejandra, Cristina, Ana, Feliciana, Heidi, Carmelina y todas las demás que no se han podido identificar, que no se les olvide el nombre de ellas, el día de hoy yo soy su voz”.

A diferencia del año pasado, las mujeres se quedaron concentradas en este punto y abrieron espacios de confianza como un tendedero de denuncias, y formadas en un círculo, crearon un ambiente de sororidad y confianza a micrófono abierto.

Fue entonces, que los crudos testimonios comenzaron a relucir, a viva voz de las víctimas, llenas de hartazgo por los hechos de violación y abuso que sufrieron, muchas de ellas, desde muy pequeñas.

“Estoy tratando de no temblar… es difícil porque de alguna manera nos han hecho creer que todo lo que sufrimos es nuestra culpa, sólo les pido por favor cuídense porque en este mundo no nos consideran”, declaró una joven víctima de abuso sexual y violación por parte de su tío.

Al relatar su caso, con la voz entrecortada y temblorosa, la víctima señaló que tuvo que perdonar a su agresor para evitarle un dolor a su abuela.
“Yo soy culpable de que de chiquita las parejas de mi mamá me tocaran, ese es el pensamiento que me sembraron y no quisiera que mis sobrinas ni nadie de las mujeres pasen por esto”, dijo ante sus compañeras de protesta.

Otra joven, compartió su historia de violación por su propia pareja sentimental que pese a gritarle una y mil veces “No”, nunca la soltó y, además, se burló de su cuerpo. “Todo lo perdoné porque en mi mente él sembró que yo lo merecía y sentía que para esto nací, para ser su juguete”.

Un caso más salió entre las pancartas, “mi padrastro empezó a abusar sexualmente de mí y me obligaba a meterme a bañarme con él, cada vez que mi mamá se distraía o dormía él aprovechaba el momento perfecto para abusar de mí”.

“Me duele porque yo crecí creyendo que eso era normal, cada vez que le preguntaba ¿por qué me hacía eso? él me decía que porque me quería. Ese hombre abusó de mí hasta los 9 años, le rogaba a mi mamá de rodillas que no se fuera de viaje porque ya sabía que pasaría. Cuando decidí decirle que ocurría, no me creyeron. ¿Qué clase de enfermedad mental debes tener para querer abusar de una niña y hacerle creer que eso es normal?”.

Entre los testimonios Sami, conocido caso por ser víctima de trata de personas, también alzó la voz. “Mi violador se llama Bernardo. Me quitaron los sueños, las esperanzas y las ganas de salir adelante, dejé de jugar mis muñecas y él me obligaba a ponerme tanguitas porque él me decía que ya era una mujer”, relató. Sami a los 12 años ya había pasado por 6 abortos provocados por sus agresores quienes desde pequeña le robaron todos sus sueños de ser abogada, una mujer feliz y completa.

Después, estas mujeres convirtieron su dolor en lucha y con cánticos, bailaron entre ellas al ritmo de la batucada y con letras como “el feminismo desde abajo molesta a los de arriba”, “Somos malas, podemos ser peores” y el conocido himno feminista “el violador eres tú”.

Posteriormente, se trasladaron a los bajos del Palacio de Gobierno que lucía con luces de color morado con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ahí, colocaron una bicicleta, una pequeña mesa y una caja con ilustraciones alusivas a la historia de Ramona, una bordadora indígena revolucionaria originaria de una comunidad de Chiapas.

Ramona comenzó a luchar por los derechos de las tejedoras, “Ramona empezó a luchar por su pueblo y su pueblo la eligió a ella. La madrugada del 1 de enero de 1994 de tejedora de bordados, Ramona se convirtió en rebelde tejedora de sueños, me convertí en la voz de los sin voz, en el habla secreta del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional”, relató la mujer feminista.

Alrededor de las 6:30 de la tarde culminó la manifestación frente a Palacio de Gobierno con decenas de voces desgastadas, con el corazón palpitando a la velocidad de la luz por los episodios que reviven y les incendia por dentro para mantenerse de pie en esta lucha, pero también, manteniendo viva esta lucha que tal vez ya no puede ser escuchadas por muchas víctimas pero que hacen eco en las que hoy, por sororidad, las recuerdan para exigir justicia y ya no más, ni una menos.

ACOM

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