Así es la batalla contra el COVID-19 en un hospital de Yucatán

En poco menos de un mes, la vida de la doctora Sandra Xochiquetzal Cruz Ordoñez dio un giro de 180 grados con la declaración de la contingencia sanitaria por COVID-19.

A sus 30 años de edad y recién llegada a Mérida desde la Ciudad de México para estudiar un posgrado en endourología, vivió en carne propia la reconversión del Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán (Hraepy) para atender pacientes con coronavirus.

“Parece un videojuego en el que cada semana aumenta el nivel de dificultad”, narra Cruz Ordoñez sobre su experiencia en el covitario, donde funge como enlace para el personal médico que está en la primera línea de batalla ante el virus que ha cobrado hasta ahora unas 350 mil vidas en todo el mundo. 

Al igual que muchas compañeras y compañeros, la jornada laboral de Sandra —encargada del turno vespertino del covitario— se ha trastocado por la pandemia. Las ocho horas que normalmente trabajaba se han prolongado a veces hasta entrada la madrugada e incluso los fines de semana.

Pese al esfuerzo físico y mental, asegura que vale la pena para apoyar al equipo de trabajo de aproximadamente 300 personas, entre médicos, enfermeras, camilleros y personal de limpieza que se desempeñan en el área.

Para Cruz Ordoñez, egresada de la Escuela Militar de Graduados de Sanidad, la pandemia le ha servido a nivel profesional para desarrollar liderazgo y más empatía con los pacientes, a quienes en muchas ocasiones ayudan a contactar a sus familiares en el exterior por las redes sociales o videollamadas.

Cuestionada sobre la “curva” de contagios que sigue sin aplanarse, la profesional opina que aún no es momento de relajar las medidas de distanciamiento social, no obstante, cuando llegue el momento la gente tendrá que entender que nada será como antes.

“Ninguno de nosotros va a ser el mismo, espero que estas enseñanzas nos sirvan para tener más conciencia del planeta. A mí me ha servido para valorar lo que teníamos antes, a nuestros seres queridos cerca”, afirma.

A casi tres meses de su llegada a Mérida —vino exactamente el 1 de marzo, poco antes del inicio de la emergencia sanitaria—, Sandra ha dado todo de sí misma para poner su granito de arena en la lucha contra el COVID-19.

Por supuesto que viajar casi 1400 kilómetros desde la Ciudad de México, vivir sola, lejos de la familia y en medio de una pandemia que ha ocasionado más de 74 mil contagios y 8 mil muertes en el país, pasa factura. Lo bueno del caso es que no hay el estrés o preocupación de llegar a casa y contagiar a sus seres queridos.

“Tenemos contacto diario, todos los días hablo con ellos, hacemos videollamadas, no te voy a mentir, han habido momentos de llanto, tristeza y soledad”, confiesa antes de cerrar con la frase: “antes que médicos somos humanos”.

Humanos que sienten, que se cansan, que sufren cuando los agreden en la calle, pero también que agradecen las muestras de solidaridad de empresas que les mandan comida o mensajes de aliento. Ellos son nuestra principal arma para vencer al virus y regresemos, en la medida de lo posible, a la tan ansiada normalidad.

ACOM

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